La Gran Recesión III: Reflexiones para el futuro y el presente
1 de Abril, 2022
En la entrada anterior vimos cómo la teoría monetaria de mercado dice que una contracción monetaria debido a las políticas de los bancos centrales agravó una recesión real, dando lugar a la crisis económica, y por qué las explicaciones alternativas se equivocaron.
La historia monetarista es un poco decepcionante desde un punto de vista emocional.
La historia clásica es una historia con moraleja. Los excesos del capitalismo causaron la caída y pagamos las consecuencias de un sistema que ensalza la riqueza. Es la historia de los ricos aprovechándose de los pobres.
La historia austriaca también es una historia con moraleja. Los excesos de los gobiernos causaron la burbuja y luego la caída y pagamos las consecuencias de un sistema intervenido por unos pocos. Es la historia de los poderosos aprovechándose de los demás.
En la historia monetarista no hay buenos ni malos. Es una historia de errores de cálculo en una institución burocrática. Los directores de los bancos centrales no son malvados tratando de producir recesiones en la sombra. No quieren ser recordados como los causantes de otra Gran Depresión. De hecho Ben Bernanke y la Fed fueron capaces de cambiar curso y salvar los muebles después de los primeros errores. Quizás la historia no será tan tolerante con Jean-Claude Trichet y el Banco Central Europeo.
En esta historia no hay malos actores, hay gente con ideas equivocadas cometiendo errores que pagan millones de personas. Lo cual es bastante triste.
Pero también es una historia de qué hacer para evitar este tipo de errores en el futuro. El problema último de los Bancos Centrales es que son un centenar de personas tomando decisiones que afectan a millones. Pueden ser los más expertos del mundo, conocer todos los modelos (Ben Bernanke era un experto sobre la Gran Depresión y en los 90 recomendaba al Banco de Japón que aplicara medidas que luego no fue capaz de implementar como director de la Fed) y así y todo equivocarse.
Scott Sumner propone en su libro una solución: olvidarse de tomar decisiones basadas en el criterio de cien personas cuyas motivaciones pueden o no estar alineadas con el objetivo de la institución. En su lugar tomar decisiones basadas en el criterio de millones de personas que puedan ganar dinero cuando aciertan y perder dinero cuando fallan al tratar de predecir si vas a conseguir el objetivo.
La propuesta es que los bancos centrales creen un mercado de predicción del valor del Producto Interior Bruto nominal. Cualquiera podría comprar futuros sobre este valor, de modo que si la predicción se desviara mucho del objetivo del banco central, el banco central intervendría hasta que la estimación del mercado se vuelva a colocar en el objetivo. Para ello tiene que actuar de forma que convenza a los participantes del mercado de que se están acercándose al objetivo.
El tema de los mercados de predicción da para un libro a parte. Pero lo importante es recordar que los bancos centrales tienen total control sobre la producción de dinero, y por lo tanto tienen total control sobre el PIB nominal. Lo único que necesitan es entender la demanda de dinero.
Ahora mismo no hay ninguna teoría buena que explique la demanda de dinero, pero no hace falta. Puedes dejar que la gente monte sus teorías propias, desarrolle sus modelos, y gane o pierda según lo buena que sean esas teorías, tratando de predecir el PIB nominal en dicho mercado de predicción. Y el Banco Central de turno sólo necesita mirar dichas predicciones para saber si tiene que apretar el acelerador o pisar el freno.
¿Por qué preocuparse por el PIB nominal?
La respuesta simple es que a nadie le importa el PIB nominal, ni siquiera a Scott Sumner. Lo que nos preocupa a todos es nuestra calidad de vida y la de los demás. Queremos que nuestra vida mejore. Y la vida mejora con más opciones, con más oportunidades. Cuando juntas todas esas opciones y oportunidades, todas las cosas que se pueden hacer en un país, estás hablando del PIB real.
Hasta cierto punto, una vida mejor se puede conseguir con más dinero. Más dinero te da más oportunidades de viajar, de comprar cosas, de hacer fiestas con tus amigos, de donarlo a quién te apetezca, o simplemente de trabajar menos y pasar más tiempo no haciendo nada. A cada cual con su situación y sus preferencias pero lo cierto es que nadie diría que no a tener un poco más de dinero.
Todas las medidas agregadas son erróneas y no representan la variedad de millones de personas interactuando y conviviendo, pero algunos son más útiles para tener en mente. Uno que es importante es el del salario medio.
En las sociedades altamente diversificadas como son la española o la estadounidense, el salario medio va de la mano del PIB nominal. De modo que un PIB nominal creciendo de forma estable por lo general significa que los salarios están creciendo de forma estable.
Si por lo que fuera esa correlación dejara de funcionar para un país, como ocurre en países poco diversificados como Arabia Saudí, habría que buscar otra métrica que funcione mejor.
Como ya hemos dicho, el banco central tiene todas las herramientas para controlar el PIB nominal y por lo tanto el salario medio. ¿No quiere decir eso que la teoría monetaria moderna es cierta y el banco central puede hacernos ricos a todos?
No.
Porque PIB nominal, al igual que el salario, es un valor monetario. No es algo real sino una ilusión (de la que viene el nombre del libro). En Europa utilizamos euros para medir el valor, en el Reino Unido libras, si una persona cobra 30000 libras al año y los cambiara a euros tendría unos 35000 euros. El número es un 15% más alto, pero la persona no sería más rica, puede comprar las mismas cosas.
Si el PIB nominal crece más rápido que el PIB real, el valor del dinero cae. La cantidad de dinero ha crecido más rápido que las oportunidades para usarlo. Eso hace que los precios suban y al final tengas las mismas oportunidades.
Tu salario puede haber subido una barbaridad, pero tu capacidad de compra será la misma porque todo es más caro.
Es decir, que lo que nos preocupa de verdad es el PIB real, y nuestra capacidad de compra real. Y eso no se ve afectado a largo plazo por el banco central. De modo que el banco central no puede hacernos ricos a todos a largo plazo (que es en parte lo que propone la teoría monetaria moderna).
Pero como decía Keynes, en el largo plazo estamos todos muertos. ¿Podemos hacernos todos ricos a corto plazo con política monetaria? No, lo que ganen unos en el corto plazo lo perderán otros a la larga.
Esto es lo que ocurre con la inflación. La inflación ayuda a unos (los que pueden gastar el dinero rápidamente) y perjudica a otros (los que tienen que quedarse el dinero más tiempo). Esto crea bastante estrés y basta ver lo que pasa en países como Argentina donde llevar las cuentas y planear financieramente conlleva un esfuerzo enorme. Es un tiempo que al menos yo preferiría pasar de charla con los amigos.
Un crecimiento del PIB nominal estable y predecible quiere decir salarios y precios predecibles. Esto nos permite tomar decisiones económicas con más confianza con respecto al futuro. Lo que a su vez nos permite planear más adelante, y tomar los riesgos que consideramos oportunos con más tranquilidad. Todo ello contribuye a que puedan surgir cada vez más opciones y oportunidades para todos en el corto plazo.
Pero sobre todo, no causa que pequeños baches nos lleven a perder el control y acabar estrellando el coche contra un árbol.
Si una cosa me parece clara del libro (Sumner lo repitió recientemente en su blog), corroborada por todos los datos que he visto e incluso por lo que estoy viendo en el día a día en las noticias es la siguiente frase de Milton Friedman:
La inflación es única y exclusivamente un fenómeno monetario.
En un país donde la cantidad de dinero depende únicamente de lo que haga el banco central, el banco central es el único responsable de la inflación. El único. No hay cuellos de botella, ni guerras, ni avaricia de empresarios, ni malas medidas de gobiernos que la afecten porque el banco central es el único que puede abrir o cerrar el grifo del dinero.
Vivo en Suiza, donde los cuellos de botella son exactamente los mismos que en el resto de Europa. Sin embargo no ha habido inflación. Puedes mirar el cambio de francos suizos a euros, y ver que el euro está perdiendo valor poco a poco desde hace un año. El BCE es el único que puede parar eso.
Pero, si Friedman tenía tan clara la teoría monetaria y los economistas de los bancos centrales lo han estudiado, ¿cómo se equivocaron tanto en la Gran Recesión?
Esta historia es un poco más técnica pero intentaré resumirla. Básicamente, cuando Friedman escribió su libro la demanda de dinero era bastante estable, de modo que la cantidad de dinero puesta en circulación por la Fed era lo único que importaba. Friedman llegó a decir que el Banco Central se podía reemplazar por un ordenador que incrementara constantemente la cantidad de dinero en circulación a ritmo fijo.
Lo que pasó es que a final de los 90 la cantidad de dinero en circulación se hizo mucho más difícil de medir. Al menos la cantidad usada en intercambios, ya que pagar a crédito se hizo mucho más fácil. Este y otros cambios hicieron que los bancos centrales dejaran de mirar la cantidad de dinero y se centraran en su lugar en mirar los tipos de interés.
Dado que la teoría monetaria de Friedman no hablaba de tipos de interés, se fueron olvidando de ella y empezaron a mirar otros modelos que se centraba en los tipos de interés. Y ese fue el error porque con el cambio se olvidaron de que la demanda de dinero podía cambiar.
La Gran Recesión pilló a la mayoría de los economistas mirando la oferta de dinero (los tipos de interés, la cantidad de dinero en circulación) y sin prestar atención las expectativas del mercado.
Curiosamente el mismo Friedman era escéptico sobre su propia influencia en los bancos centrales y básicamente atribuía al buen hacer de los bancos centrales durante los 90 a que la gente recordaba las malas experiencias de los 60 y 70. Pero decía que una vez se olvidaran volverían a las andadas.
Dado lo que está ocurriendo durante este último año con respecto a la inflación parece que en eso también llevaba razón. (En esta entrevista en dos partes Friedman expresa esas ideas).
Creo que todo lo dicho en el libro es correcto. No veo ningún fallo en la teoría monetaria de mercado, ni en su interpretación de la crisis, ni en sus recomendaciones para los bancos centrales. Es en mi opinión la mejor explicación sobre cómo funciona el valor dinero y sus efectos a corto plazo en inflación, crecimiento y paro cuando existe un banco central.
Hay muchas cosas en las que el libro no entra y me gustaría saber más.
Por ejemplo el libro asume que hay un banco central monopolizando la emisión de dinero pero no dice qué ocurriría en un sistema donde los bancos privados tuvieran libertad de imprimir sus monedas particulares.
Otra cuestión que no trata es qué afecta al crecimiento real de una economía, tanto en el corto como en el largo plazo.
Más interesante personalmente me parece la cuestión de los salarios pegajosos, el hecho de que rara vez los salarios de las personas baja.
Parece ser un hecho que las empresa optan por despedir a empleados cuando tienen problemas, en lugar de reducirles el salario. Esto conlleva a que bajadas del PIB nominal hagan aumentar el desempleo en lugar de a un descenso de los salarios correspondiente a la bajada del PIB nominal.
¿Por qué son los salarios pegajosos? Con actores racionales esto tiene que ser explicado, pero la mayoría de los economistas asumen que esta es una irracionalidad inevitable del sistema.
(Después de escribir esto Scott Sumner escribió un artículo sobre el oro como estándar monetario donde deja entrever que en el siglo XIX no había salarios pegajosos).
Mi principal crítica al libro es bastante austriaca. Scott Sumner (tal y como se ve en su artículo sobre el oro) ve a los bancos centrales como algo positivo que con políticas monetarias correctas pueden mejorar la vida de las personas en el corto plazo.
Para mí es una institución que por muy bien diseñada que esté y por muy buenas intenciones que tengan todos los implicados acaba teniendo un poder desmesurado sobre la vida de millones de personas.
La curiosa tarea de la ciencia económica es demostrar a los hombres lo poco que realmente saben de lo que imaginan que pueden diseñar.
Creo que los bancos centrales van a seguir cometiendo errores en el futuro, y causando recesiones. Incluso si mañana los economistas en el BCE leen este libro y deciden aplicar sus recomendaciones eventualmente se olvidarán de ellas o serán sustituidos por otros con teorías monetarias distintas.
Y quizás tengan razón. El problema es que el sistema monetario que afecta a millones de personas depende de un grupo muy reducido de personas. Preferiría un sistema en el que incluso gente muy torpe al mando del BCE no produzca una recesión en un continente entero.
Por otro lado creo que los bancos centrales están sujetos a la competencia. Todo está sujeto a la competencia. Por mucho que la emisión de dinero en los países modernos sea un monopolio de los bancos centrales, el monopolio es menos fuerte de lo que se podría pensar.
Cuando los bancos centrales pierden su reputación de producir dinero fiable la gente trata de encontrar soluciones alternativas. En los países con inflación alta como Argentina es habitual utilizar dólares americanos en lugar de la moneda local. El franco suizo sirve de refugio contra la inflación ahora mismo. Y ahí alternativas más extrañas y experimentales como Bitcoin y otras criptomonedas.
Pero el hecho es que la competencia está ahí. Y en cuanto hay competencia no hay más remedio que hacerlo mejor, o ser reemplazado por alguien que lo hace mejor. De modo que, en el largo plazo, la calidad del dinero mejorará.
¿Y qué hacer en el corto plazo? Pues dado que tenemos poco poder de influenciar las decisiones del Banco Central Europeo lo mejor es prepararse para resistir lo que venga. Del periodo inflacionista en que se encuentra el euro es difícil salir sin una recesión, el BCE tendría que hilar muy fino y no parece estar por la labor.
Y repito acabar con la inflación depende del BCE, no del gobierno. Todas las medidas que pueda tomar el gobierno no van a solucionar nada, y muy probablemente tengan consecuencias negativas. Los controles de precios son de las más recurridas en estas situaciones e históricamente han sido un desastre.
Pero eso ya es otra historia.