Relatos Absurdos

Tengo que salir a correr

28 de Noviembre, 2020

Esta es una reiteración sobre las ideas en Qué quiero hacer.


Te levantas por la mañana y te das cuenta de lo poco en forma que estás. Cada vez que tienes que subir unas escaleras acabas sin aliento. Además has leído cientos de veces como el ejercicio es importante para vivir más años. Ves a la gente a tu alrededor haciendo ejercicio, saliendo a correr, apuntándose a gimnasios. Y cada vez que miras en el espejo te asustas por el crecimiento de tu estómago.

Por supuesto no piensas en todo eso esa mañana. Es más una realización, un sentimiento aglutinado de todas esas ideas y experiencias, resumidas en una frase que flota en tu cabeza.

“Tengo que salir a correr más”.

De modo que te vistes, coges unas zapatillas, y sales a correr.

Al día siguiente tienes agujetas, de modo que decides que es mejor esperar a que se te pasen antes de volver a intentarlo.

Unos días después, cuando por fin las agujetas se han ido, te levantas y miras las zapatillas con desgana. Te das ánimos en tu cabeza repitiendo como un mantra:

“Venga, vamos, es por tu bien, verás que luego te alegras”

Pero todo es en vano. Algunos días incluso consigues ponerte las zapatillas y salir a correr. Pero cada vez más rara vez. Cada vez con más desgana.

Te enfadas contigo mismo por tu falta de voluntad. Miras con envidia a la gente corriendo por la calle que tiene más fuerza de voluntad que tú. Te desesperas sin saber qué hacer.

Empiezas a reflexionar sobre la frase “Tengo que salir a correr más”.

Cuando lo piensas fríamente NO tienes que hacer más ejercicio. Nadie te obliga. Puedes no hacerlo. De hecho es la opción que eliges habitualmente. Y no hay ningún tipo de obligación moral de hacer ejercicio, nadie va a culparte de nada por no hacer ejercicio. Ni tu vida ni la de ninguna otra persona está en juego en el corto plazo.

Empiezas a cambiar la frase por “quiero salir a correr más”. Pero, ¿estás seguro de ello? ¿Quieres realmente? ¿Por qué no lo haces entonces?

A primera vista puedes decir que sí, que en cierto sentido “quiero salir a correr”. Pero al mirarlo con más detalle descubres que el asunto es mucho más complejo de lo que el tamaño de la frase indica. ¿Quién es ese “yo” que quiere salir a correr?

Te cuesta darte cuenta de que sólo es una parte de ti. Que otra parte de ti no quiere salir a correr. Estás confundiendo todo tu ser con una parte de ti capaz de formar frases en tu cabeza. Si lo piensas bien, cuando “quieres quedar con tus amigos” no hay problema, lo haces sin dudar, sin resistencia. Todo tu ser está de acuerdo. Sales con tus amigos y te diviertes, y la próxima vez será tan sencillo como la primera.

Cuando realmente quieres hacer algo, no hay resistencia, no hay desgana. Simplemente lo haces. Es una forma de hacer cosas que has experimentado en otras ocasiones.

Es difícil darse cuenta de este problema porque la parte de ti que no quiere salir a correr, no es capaz de gritar en tu mente “NO QUIERO SALIR A CORRER”.

Pero sí que está gritando. Esa desgana, ese aburrimiento mientras corres, esa resistencia contra la que tienes que luchar con mantras y con fuerza de voluntad, son gritos de esa parte de ti que no puede hablar mediante palabras en tu cabeza.

Descubres así que en realidad no quieres salir a correr más, no en el sentido de querer que importa. Empiezas a reflexionar, atento a las emociones que van evocando tus pensamientos, hasta que empiezas a sospechar que lo que realmente quieres es “vivir más años de vida”, “no tener barriga”, “no quedarte sin aliento al subir escaleras”.

Sí, salir a correr es una forma de resolver esos problemas, pero genera otro problema: el tiempo que pasas luchando contigo mismo para obligarte a hacerlo, el tiempo que pasas haciéndolo y aburriéndote.

Pero con un poco de esfuerzo descubres que hay otras formas de resolver todos esos problemas.

Por ejemplo “vivir más años de vida” sólo tiene una relación muy indirecta con hacer ejercicio. Hacer ejercicio aumenta las probabilidades de que vivas más años… un poco solamente. Pero mudarte a un país con la esperanza de vida más alta también. O comer más sano. O viajar menos en coche, disminuyendo así la probabilidad de morir en un accidente.

Incluso cosas completamente ajenas a ti van a afectar a tu propósito de vivir más años, como el avance de la tecnología sanitaria.

Estas soluciones a su vez te generan problemas distintos. Pero lo importante es que no hay una única solución, hay infinitas posibilidades.

El mundo se abre ante ti. Es el momento de ser creativo, de buscar soluciones nuevas, de no quedarte con la idea que parece buena en tu cabeza.

Es el momento de generar ideas, de experimentar, y prestar atención a todas las partes de ti.

De ir descubriendo, poco a poco, lo que realmente quieres.