Razonar desde un cambio de precio
8 de Abril, 2023
El inicio de curso puede ser un momento mágico, lleno de posibilidades. La oportunidad de conocer alumnos nuevos, mentes despiertas que crecerán quizás con la ayuda de un buen profesor. Al menos puede ser mágico en teoría. En la práctica, tras 10 años de experiencia, Ismael había acabado como uno de esos profesores convencidos de que los alumnos cada vez estaban menos preparados, y que cuando él estudiaba había mentes más despiertas e interesadas. Como la suya.
Miró a su alrededor. Alumnos de tercer año de universidad, aunque muchos llevaban más de tres años allí, distraídos mirando sus móviles o hablando. Unos pocos con hojas en blanco o libretas sobre el pupitre, otros con ordenadores portátiles. ¿El de la última fila estaba durmiendo? Un ronquido parecía indicar que sí. Ninguno le prestaba atención, y sabía que la culpa era suya por llegar a la hora en punto en lugar de darles 5 o 10 minutos de cortesía como hacían algunos de sus compañeros.
Suspiró y empezó a escribir en la pizarra. “No razones desde un cambio de precio”. Se quedó unos segundos mirando la frase. No recordaba cuando la oyó la primera vez, pero sí cuando por fin la entendió. Entonces le había parecido la idea más sutil e interesante de la economía básica. Sonrió y se dio ánimos para intentar pasar algo de esa idea a sus nuevos alumnos.
Al volverse a la clase sólo un par de alumnas en primera fila habían empezado a tomar notas, el resto seguían sin hacerle caso. Carraspeó fuertemente para que al menos dejaran de hablar, lo que sólo consiguió a medias, y empezó a hablar.
— ¿Alguien sabe lo que quiere decir esta frase?
— ¿Qué has dicho?
Por supuesto, el último en dejar de hablar era el que hacía las preguntas. Los que prestaban atención estaban divididos entre los que miraban confusos sus notas aún en blanco y los que se miraban los pies resignados al comienzo de curso. Ismael suspiró de nuevo y repitió.
— Esto es un aviso que es importante recordar. ¿Alguien sabe qué quiere decir?
Carraspeos y silencio. Estos alumnos parecían más verdes de lo normal para ser alumnos de tercero. El chico que le había hecho repetir la pregunta se animó a levantar la mano.
— ¿Que cuando hay volatilidad en el mercado no se pueden hacer predicciones macroeconómicas?
Ismael tenía mucha experiencia conteniéndose. Al fin y al cabo la forma de aprender era atreviéndose a equivocarse, sin importar cuán equivocado. Aunque había aprendido a controlarla con rapidez, no podía evitar que su primera sensación fuera de desesperación ante una respuesta estúpida.
— No, pero gracias…
— Roger.
— Gracias Roger por intentarlo ¿alguien más?
Los alumnos fueron bajando las cabezas uno a uno.
Cada año aprovechaba el primer día para hacer un recordatorio de lo más básico, ya que la mayoría de los alumnos habían olvidado lo que habían aprendido en primero, nada más pasar el examen final. Trató de contener otro suspiro para que los alumnos no notaran su desesperación.
— Veamos, ¿si sube el precio del petróleo, qué le ocurre a la cantidad de petróleo que se consume?
Una vez más silencio generalizado y alguna tos indicando que era demasiado pronto en el curso para tener que estar pensando. Una chica de primera fila levantó la mano.
— Según la ley de la oferta y demanda el consumo total de petróleo bajaría, ¿no?
Unos pocos asentían con la cabeza, otros miraban por la ventana.
Ismael se volvió a la pizarra y dibujó el manido diagrama de oferta y demanda que todos los economistas aman y odian. La curva con la demanda cayendo suavemente, la curva de la oferta subiendo cada vez más. Marcó el punto en el que se cruzan visiblemente y tras una pequeña pausa, para más seguridad, Ismael escribió una D, una O en las respectivas curvas y una P en el sitio que indicaba el precio en el cruce y una C en el sitio que marcaba la cantidad consumida.
Se volvió a la clase y mirando a la chica preguntó.
— ¿Cuál es tu nombre?
— Ágata.
— Ágata, supongamos que estamos en situación de equilibrio cuando el precio sube. ¿Qué ocurre?
Por suerte ninguno de los alumnos estaba animado como para empezar a discutir que la situación de equilibrio era una simplificación ajena a la realidad. No quería tener que convencerles de nuevo de que dejaran los problemas del modelo atrás para centrarse en lo importante.
Las caras de confusión iban a más. Ágata volvió a intentarlo.
— ¿El consumo bajaría?
Ismael apuntó a la frase en la pizarra.
— Nunca razones desde un cambio de precio. ¿Cómo puede subir el precio en esta situación?
El chico llamado Roger pareció animarse y dijo.
— ¡Inflación! —. Miró con una sonrisa satisfecha a sus compañeros.
— El tema de la inflación lo trataremos más adelante, pero de momento supongamos una vaca esférica.
Ningún alumno pareció entender la referencia.
— Asumamos las hipótesis habituales: competencia perfecta, cantidad de dinero estable, ajustes instantáneos… Sólo usando el modelo básico de oferta y demanda, ¿cómo puede subir el precio en situación de equilibrio?
Ismael esperó unos segundos pero se dio cuenta de que el poco interés que había despertado el debate se hundía rápidamente. Así que cambió de táctica.
— Vamos a repasar un poco la clase de primero. En el modelo de oferta y demanda hay tres componentes principales: la curva de oferta, la curva de demanda y el precio. ¿Qué quiere decir que estamos en equilibrio?
Con el miedo a equivocarse una tercera vez Ágata levantó tímidamente la mano.
— ¿Que el precio se encuentra en la intersección de las dos curvas?
Ismael recuperó la esperanza un poco y respondió quizás con demasiado entusiasmo, casi despertando al que dormía en la última fila.
— ¡Exacto! Entonces, si estamos en equilibrio, ¿cómo puede subir el precio?
Silencio, algunos parecían empezar a pensar un poco mostrando algo de curiosidad. La mayoría seguían con cara de indiferencia. Finalmente Ágata un poco más envalentonada se atrevió a levantar la mano de nuevo.
— No puede subir sin romper el equilibrio.
— ¡Correcto! O prácticamente correcto. El precio no puede subir A MENOS que una de las otras dos partes del modelo también cambien. Es un sistema entrelazado y dinámico. Las curvas de oferta y demanda pueden cambiar y cambian con el tiempo. Y el precio necesariamente debe de seguir esos cambios para seguir en equilibrio.
Ágata y algunos más empezaron a tomar notas a toda prisa, los demás al ver lo que pasaba empezaron también a mover sus bolis, mirando por encima del hombro lo que los demás escribían.
— Pensad un poco. ¿Qué tiene que ocurrir para que la curva de la oferta se mueva? Imaginad que estamos hablando del petróleo por ejemplo.
Ahora sí que les había pillado. Las miradas de confusión eran máximas, de modo que continuó.
— Que la curva se mueva hacia la izquierda quiere decir que al mismo precio se puede producir menos cantidad de petróleo. Esto podría pasar si por ejemplo se van agotando los pozos existentes, y hay que llegar más profundo para encontrar petróleo nuevo. Pero también si se encarecen los costes de producción, por ejemplo porque aumente la competencia por la mano de obra, o se encarezcan los materiales de mantenimiento.
Ismael hizo una pausa, no sabía si le estaban siguiendo o los estaba perdiendo pero no se pudo resistir a soltar la perorata. Aprovechó para dibujar una nueva curva de oferta en la pizarra desplazada hacia la izquierda, con un nuevo precio más alto y una cantidad consumida menor.
— Esto ocurre por ejemplo en periodos de bonanza económica, los trabajadores tienen más fácil encontrar otras alternativas. O si la industria que se está expandiendo utiliza maquinaria similar a la petrolera, encareciéndola. De modo que tanto un frenazo como una expansión de la economía pueden afectar la curva de la oferta en un sentido o en otro.
Ahora, sí que sintió que los perdería si no volvía a las preguntas.
— Vamos a reflexionar ahora un poco sobre la demanda. ¿Cómo puede cambiar la demanda?
Roger fue el primero en animarse y respondió por supuesto sin levantar la mano. Aunque no parecía muy convencido.
— ¿Puede aumentar cuando las cosas van bien?
— Pero ¿por qué?
Roger se quedó en silencio y Ágata salió al rescate.
— Puede que con el crecimiento de la economía haga que la gente quiera viajar más y se requiera más petróleo.
Ismael empezaba a animarse.
— Es una posibilidad, sí. Pero también puede que el crecimiento sea causado por una alternativa al petróleo, como una nueva fuente de energía por ejemplo, lo que hace reducir la demanda. Si la demanda crece, pero la oferta no cambia, ¿qué ocurre con el precio? Roger no se dio por vencido y lo intentó una vez más.
— El precio sube.
— Exacto.
Ismael dibujó una última línea en el gráfico de la pizarra usando bolígrafo verde.
— Notad que tenemos dos situaciones en las que el precio sube de la misma forma pero el efecto en la cantidad consumida es completamente opuesto. Si el precio sube por una disminución de la oferta, la cantidad consumida disminuye, si el precio sube por un aumento de la demanda, entonces la cantidad consumida aumenta. Ágata levantó la mano.
— Y podría también quedarse igual, si ocurren las dos cosas a la vez.
— Así es. Y en realidad pueden pasar más combinaciones de cambios en la oferta y la demanda que hagan subir el precio.
Ismael subrayó la frase original en la parte alta de la pizarra “No razones desde un cambio de precio”.
— Por lo tanto, si alguien os pregunta qué ocurre con el consumo cuando suben los precios, ¿qué podéis decir?
Los que prestaban atención se quedaron mirando a Ágata, que en este punto ya se había resignado a ser la única que contestaba.
— No podemos decir nada. Tendremos que analizar antes por qué ha cambiado el precio, si es por movimiento de la curva de oferta, o por el de la curva de la demanda.
— ¿Y qué podéis decir sobre estas curvas si, por ejemplo, hay una crisis económica? ¿Suben o bajan?
Ágata siguió ya sin levantar la mano.
— No podemos decir tampoco nada, porque pueden subir o bajar según cuál sea la causa de la crisis.
El grupo de los atentos asentía levemente.
Ismael sonrió satisfecho. Probablemente la mayoría olvidaría esta lección al salir por la puerta, pero confiaba en que alguno presente pensara dos veces antes de equivocarse tontamente con estas cosas. Vería si luego serían capaces de ver rápidamente el mismo problema cuando hablara de los tipos de interés.
Un ronquido del chico del fondo le hizo mirar el reloj y sonrió. Al final no estaba resultando un mal primer día.