Relatos Absurdos

Un tour por el Rin

15 de Octubre, 2022

— Si pilláramos un río de estos por allí.

Normalmente soy yo el que hace este tipo de bromas blandas, así que me alegro mucho que uno de mis amigos se me adelante para encontrarse con las sonrisas corteses del resto.

Tras mucha deliberación y poca planificación mis amigos y yo nos encontramos haciendo un pequeño tour por el sur de Alemania. Hace unos días habíamos volado hasta Múnich, alquilado un par de autocaravanas y empezado a explorar, dejándonos llevar por la aventura y los aparcamientos gratuitos que más nos llaman la atención.

En unos días regresaremos a Múnich a devolver las caravanas y volver a casa. Pero de momento nuestro rumbo azaroso nos ha llevado hasta Neuhausen am Rheinfall, en Suiza, dónde se extiende ante nosotros la majestuosidad del Rin y sus cataratas.

Miramos embobados el muro de agua que cae sin parar mientras esperamos para entrar en nuestro barco, que nos dará una vuelta con audioguía por el río incluyendo un acercamiento a las cataratas. Suena muy divertido.

Por fin nos dejan pasar al barquito. El conductor al oírnos hablar nos saluda en un español decente con acento sudamericano y nos da nuestra audioguía. Hablamos brevemente con él y resulta ser uno de tantos Suizos que ha pasado al menos un año viajando por sudamérica, aprendiendo español por el camino.

Dentro del barco intercambiamos unas cuantas bromas tontas sobre cómo ponerse la audioguía, y alguno intenta tocar el agua desde el barco sin éxito. Con un pequeño rugido de motor el barco se pone en movimiento y nos alejamos lentamente de la orilla.

Tras alcanzar aproximadamente el centro del río, el barco se acerca un poco a la cascada y nos cuenta la historia de los que intentaron bajar el río.

La primera vez documentada que alguien intentó bajar las cataratas fue un refugiado de la unión soviética en los setenta. Cuando terminó estaba la policía esperándole y tras una amonestación le ayudaron a llevar la barca hasta su coche. El mismo tipo después inventaría un método para descontaminar zonas con radiación usado en Chernóbil. La audioguía hace hincapié en que hoy en día está más que prohibido intentar bajar las cataratas y la policía definitivamente no ayuda a recoger el material.

La historia continúa con una leyenda. Un pescador en la edad media se quedó dormido cuando iba con su barca en la parte alta del Rin y despertó una vez pasadas las cataratas. Cuando fue a la posada a contárselo a sus amigos ninguno le creyó, así que para no quedar como un mentiroso decidió repetir la proeza. Se subió al barco frente a todos sus amigos y se esfumó entre la espuma de la caída de agua para no ser visto nunca más.

La guía hace una pausa entre historias. Vamos ya río abajo, en dirección a la frontera con alemania. La voz llama nuestra atención hacia los búnkeres al lado del río. Construidos en la segunda guerra mundial, y quién sabe si mantenidos hasta la fecha.

Tras pasar un pequeño puente, nos informa que a nuestra derecha está Alemania mientras que la orilla izquierda pertenece a Suiza. También nos tranquiliza que seguimos en aguas Suizas a pesar de ir por el centro del río, pero quién sabe en estos casos.

El barco da un giro completo y comienza el regreso hacia las cataratas. Al volver a pasar por el pequeño puente, nos cuenta que aunque en la orilla de la izquierda se encuentra el cantón de Escafusa y la derecha el cantón de Zúrich en el lado de Escafusa hay unas cuantas calles que forman parte de Zúrich. Los niños que viven allí tienen que cruzar todos los días el puente para ir al colegio. Según la guía, esta extraña división fue consecuencia de las diversas peleas entre ambos cantones para intentar controlar el río. Pues era la principal vía de mercancías entre Suiza y el norte durante muchos años.

Me quedo pensativo durante un tiempo, imaginándome aquellos tiempos, en los que los barcos eran transportados corriente arriba por burros al lado del río. Momentos de posadas sucias y cerveza aguada.

Salgo de mi ensoñación con mi cara un poco mojada, pues volvemos a estar junto a las cataratas y ahora el barco va a hacer la maniobra que todos estábamos esperando. El motor se pone a toda marcha empujando la barcaza hacia las cataratas, mientras la espuma nos deja la cara empapada.

Alguno de mis amigos se pone gritar contra la catarata cuando estamos en el momento más próximo, con el rugido del motor de la barca luchando contra el estruendo de la columna de agua.

El conductor mira a mi amigo y sonríe mientras suelta el acelerador y deja que la barcaza sea arrastrada lejos de las cataratas.

Tras una pequeña pausa arranca el motor de nuevo y nos acercamos ahora por el otro lado de las rocas centrales. Mis amigos se preparan para volver a gritar cuando nos acerquemos.

Siento que puedo estirar la mano y tocar el inmenso volumen de agua que se hunde en el río, el motor suena como si fuera a saltar en mil pedazos, ensordecido por el ruido de los litros de agua cayendo. Nos movemos al lado más cercano al agua y aullamos como locos.

Sonrío, contemplando las cataratas y casi caigo al agua al percibir una sombra negra aparecer por lo alto de la caída justo sobre nosotros. El conductor también lo ve y su cara se queda blanca por unos instantes, moviendo el timón frenéticamente.

Pero no es suficiente, en apenas un segundo la sombra negra cae entre la nube de agua y choca bruscamente contra nuestra barcaza. Dejo de escuchar los gritos de terror de mis amigos cuando caigo al agua fría. Mi cabeza da vueltas y no sé en qué posición me hayo. Mi cerebro intenta recordarme los consejos que nos habían dado unos días antes sobre cómo bañarse en los ríos, pero es inútil, mi cuerpo se mueve luchando por salir a la superficie como sea.

El agua parece calmarse a mi alrededor y veo una sombra negra. Buceo hacia allá confiando en que se trate de nuestra barcaza. Con el poco aire que me queda en mis pulmones consigo salir a la superficie y agarrarme al trozo de madera que flota inerte. Parecen restos de una barca pero no es la nuestra.

Tras recuperar el aliento miro a mi alrededor, y veo a uno de mis amigos nadar en mi dirección. Estiro la mano para ayudarle a agarrarse a los restos de la barca. Exhausto por el esfuerzo puedo ver una barca roja acercarse a nosotros. Escucho voces que no entiendo y unos brazos nos agarran y nos sacan del agua. Nos ponen unas mantas térmicas y nos llevan hacia la orilla. En la barca también han conseguido sacar a otro de mis amigos y al conductor.

En la orilla nos ofrecen una bebida caliente que tomamos entre tiritones. Respiro aliviado cuando en una segunda barca el resto de mis amigos bajan y parecen estar bien.

También baja un hombre que no estaba en nuestra barca, aunque también está empapado. Por su forma de vestir parece salido de una feria medieval. Tiene la mirada asustada y hace aspavientos contra los de salvamento que intentan calmarlo. Pero parece que no se entienden.

Los de salvamento se lo llevan un poco a parte, y nosotros nos quedamos entrando en calor, empezando a comentar lo que ha ocurrido. El conductor de la barca está un poco a parte sin parar de mirar al extraño personaje que parece que en cualquier momento se va a liar a golpes con los de salvamento. La policía aparece y se acerca.

Entre todos reconstruimos lo ocurrido. El hombre extraño iba en una barca de madera cayendo por las cataratas. Su barco chocó contra el nuestro, partiendo la barcaza en dos y tirándonos al agua.

— Qué loco, ¿qué hacía tirándose por las cataratas? Espero que lo encierren por jugarse la vida.

— Parece asustado y no lleva casco ni salvavidas ni ningún tipo de preparación. Igual no lo ha hecho a posta.

— ¿Cómo acabas por error montado en un barco cerca de las cataratas? Hay señales de peligro por todos lados.

— No sé, el agua es traicionera y lleva mucha fuerza, quizás perdió el control.

Nos acercamos a nuestro conductor, que sigue mirando fascinado al individuo, para ver si nos puede traducir algo de la discusión del hombre extraño con los de salvamento.

— No sé aún qué está pasando. El hombre está hablando en alemán creo, pero no entiendo ni la mitad de lo que dice. Quizás sea de algún valle cerrado del interior. Parece que los de salvamento tampoco le entienden.

Los de salvamento se acercan con algo de ropa seca. Mientras nos cambiamos a uno de mis amigos se le ilumina la cara.

— Creo que es el tipo de la leyenda.

— ¿Qué leyenda?

— La leyenda del pescador que desapareció en las cataratas.

— Eso es estúpido.

— ¿No habéis visto la barca? Era antigua, sin pintura ni nada. Y miradle la ropa, no es ropa cutre para un mercado medieval moderno, parece auténtica. Y habla un alemán que nadie entiende.

Mi amigo sigue desarrollando su teoría mientras unos policías se llevan al extraño personaje y otro se acerca a hacernos algunas preguntas. Después los de salvamento se aseguran que estamos todos bien y nos dejan marchar. Nos despedimos del conductor de nuestra barcaza, y nos vamos andando en dirección a nuestro coche.

Seguimos debatiendo sobre el origen misterioso del aventurero. Se forman en nuestro grupo dos bandos, los que están seguros de que se trata del pescador de la leyenda y los escépticos. Yo aún no sé en qué bando acabaré pero simpatizo con los primeros, aunque sólo sea porque es una buena historia.

Mientras me monto en el coche recuerdo el momento en la barca en que pasábamos bajo el puente, mi breve ensoñación de cómo sería la vida al lado del río en tiempos lejanos. Y me pregunto qué le espera a un pescador de la edad media en el mundo actual.

Quizás la caída por la cascada no sea donde más vértigo vaya a pasar.