Relatos Absurdos

Neologista Profesional

16 de Noviembre, 2020

Me hallaba en la centésima discusión online sobre teoría económica con mis amigos, y por centésima vez me cabreaba no tener una buena palabra con la que expresar el concepto en inglés de tradeoffs. El hecho de que todo tiene ventajas y desventajas. Que no hay soluciones perfectas. Que nada es gratis. Que siempre hay unos que ganan y otros que pierden.

Pensé que debería de haber un modo mejor, no podía ser que algo que en inglés pudiera decir con una sola palabra en español tuviera que expresarlo con frases y frases que distraían la discusión del asunto importante.

Para tomar un descanso y estirar las piernas salí de casa a mirar el buzón. Como era habitual sólo había un montón de papeles de colorines que intentaban llamar mi atención y alguna factura. De vuelta a mi confinamiento reflexioné brevemente en lo triste que se había convertido el correo postal y tiré los anuncios al cubo de la basura.

Me quedé inmovilizado un momento, mirando el cubo de basura abierto. En lo alto de la pila de anuncios que acababa de tirar había uno de papel normal, en blanco y negro, con el aire de haber sido imprimido en la fotocopiadora más barata del barrio. Todas las letras tenían el mismo tamaño, con un estilo de fuente sacado de otra época. Leí una y otra vez el título del anuncio. O lo que debía de ser el título porque estaba escrito en mayúsculas.

NEOLOGISTA PROFESIONAL

Mi cabeza no pudo evitar pensar que esa palabra no existía. Con curiosidad rescaté el anuncio de la basura y lo leí con detenimiento. Parecía escrito por alguien que acabara de leer el primer capítulo de Marketing para idiotas y no había reunido fuerzas suficientes como para seguir.

¿Estás buscando una palabra para explicarte pero no la encuentras? ¿Estás harto de utilizar anglicismos? ¡Pasa por nuestras oficinas! Nuestros neologistas profesionales tienen la palabra adecuada para ti.

OFERTA: ¡Disfruta de increíbles descuentos!

3×2 en alternativas a anglicismos.

15% de descuento en palabras con raíces latinas.

30% de descuento en palabras con raíces griegas.

NO MEZCLAMOS RAÍCES. ¡¡¡GARANTIZADO!!!

Se paga por adelantado

La única información de contacto era una dirección. Ningún teléfono o correo electrónico a la vista.

Me quedé estupefacto durante unos minutos. ¿Sería algún tipo de estafa? ¿Una estafa tan burda como la del príncipe nigeriano para captar gente muy incauta? ¿Se trataría de algún psicópata en un garaje atrayendo futuras víctimas? ¿O sería real y la solución a mis problemas? ¿Había mejorado Facebook tanto sus algoritmos de publicidad personalizada?

Lentamente fue saliendo de mi ensoñación, a base de avisos de notificaciones en el móvil. Intenté volver a la conversación con mis amigos, pero mi mente divagaba sin parar hacia el anuncio.

Cerré la conversación y empecé a investigar en internet. La palabra neologista no estaba en la RAE (aunque sí en un diccionario de Oxford). No conseguí encontrar nada sobre esta supuesta profesión, lo cual me hacía sospechar más y más que todo era algún tipo de timo.

La curiosidad me invadía, hasta el punto de no poder pensar en otra cosa. Finalmente decidí que debería echar un ojo a dicha oficina. Según el anuncio, la oficina estaba en un tercer piso no muy lejos de mi casa, lo que lo hacía un mal sitio para descuartizar a nadie. Cogí mi abrigo y salí a la calle.

Unos minutos después me encontraba en la puerta de un bloque de edificios residenciales. Junto al telefonillo una placa dorada anunciaba orgullosamente la presencia de un arquitecto en el quinto piso. No había ninguna placa sobre neologistas.

Llamé al timbre y transcurrieron unos largos segundos en los que mis dudas aumentaban. Antes de que me diera por vencido una voz seca apareció por el altavoz.

– ¿Sí?

– Buenas, ¿es está la oficina de neologismo?

– Neologistas, sí sube.

El click de la puerta me pilló un poco por sorpresa, y tras un respingo me apresuré a entrar.

En el pasillo del tercer piso una anciana con la llave en una puerta a medio abrir me contempló como si hubiera hecho algo malo, y ahora sólo tuviera que averiguar qué exactamente.

Su gesto apenas cambió mientras le di los buenos días y una de mis mejores sonrisas. Y sólo empeoró cuando me vio aproximarme a la puerta en la que había atornillado un pequeño letrero que en letra pequeña ponía

Doctor Pedro Menéndez Gómez

Neologista Profesional

Llamé al timbre mientras la anciana cerraba la puerta de su casa. Me tranquilizó saber que probablemente llamaría a la policía en cuanto dejara de mirar por la mirilla, aunque fuera para pedir que me arrestaran.

Tras una tensa espera la puerta se entreabrió. Un hombre de unos 40 años me miraba por encima de unas gafas propias de alguien con el doble. Tenía el ceño fruncido, o debía ser la postura natural de sus cejas, porque no dejó de fruncirlo durante todo nuestro encuentro.

Me miró de arriba abajo antes de abrir la puerta por completo y decirme con seriedad:

– Pasa a mi despacho.

El “despacho” era el salón de una casa de alguien con gato, en la que resaltaba una clara ausencia de gato.

Una pared estaba completamente cubierta por una hermosa estantería de madera, llena de libros en tonos ocres oscuros. Probablemente todos los escritores de aquella colección habían pasado a mejor vida, y la mayoría posiblemente varias veces.

Junto a una ventana que daba a la calle, una mesa acogía una antigua máquina de escribir. No pude evitar sonreír al notar que el único toque de color de la habitación provenía de la portada de Marketing para idiotas que sobresalía de la papelera junto a la mesa.

El que suponía era el Dr. Menéndez se sentó en un sillón al otro lado de un escritorio y se quedó mirándome por encima de las gafas con el ceño fruncido.

Me senté en una silla de madera bastante incómoda al otro lado del escritorio, contemplando la pared en la que un título de doctorado colgaba perfectamente alineado con el Dr. Menéndez.

Al percibir que tendría que ser yo el que rompiera el hielo carraspeé e intenté que mi voz sonara algo segura:

– Em, he venido porque estoy interesado en sus, em, ¿servicios?

Noté como la boca se me secaba mientras esperaba una respuesta de aquel rostro impasible.

– Em, me gustaría saber si podría ayudarme a encontrar palabras para algunos, em, ¿conceptos?

Volví a respirar cuando por fin respondió.

– Se paga por adelantado.

– Por supuesto.

Su rostro no cambió aunque su tono de voz pareció animarse al oír aquello.

– Este país tiene un problema de falta de vocabulario, ¿sabe usted? Muy pocas palabras. Es un problema nacional. ¿Sabía usted que los coreanos tienen 10 veces más palabras que los españoles? ¡10 veces! Y no hablo del triste vocabulario del español medio, hablo de las palabras aceptadas por nuestra Honorable Real Academia de la Lengua Española.

Por su tono de voz lo de honorable no iba en serio.

– ¡10 veces! Incluso los ingleses disponen de 3 veces más palabras que nosotros. ¡Los ingleses! Intolerable. ¿Y qué hace el gobierno al respecto? ¿Algún plan nacional para defender nuestro vocabulario? ¡No!, se dedican a cruzarse de brazos. A distraer nuestra atención con fruslerías.

La forma en que mencionaba a los ingleses dejaba claro que si de él hubiera dependido la Armada Invencible habría acabado de otra manera.

– Yo no me harto de repetirlo a los distinguidos miembros de la Honorable Real Academia de la Lengua Española. Hace falta tomar cartas en el asunto. Necesitamos generar palabras nuevas, o nos quedaremos atrás. Pero están satisfechos con que seamos un país de segunda, y muy ocupados intentando vender sus panfletos a revistas de poca monta.

No pude evitar preguntarme cuántas cartas de Pérez Reverte habría recibido el Dr. Menéndez pidiendo por favor que dejara de escribirle.

– El caso es que se han dado por vencidos. Han tirado la toalla. “Fútbol” fue una derrota completa, pero al menos un intento. Hoy todo son “imeil”, “aps”, “sof-huer”… ¡Anglicismos! Un desastre total.

Me sorprendió escuchar esas palabras, dada la ausencia de tecnología más moderna que la radio en todo el despacho. Me sentía completamente hipnotizado por el pasional discurso del Dr. Menéndez.

– Y los que intentamos hacer algo al respecto somos denigrados y escarmentados.

Esperé pacientemente hasta que la mirada del Dr. Menéndez volvió a la sala por primera vez desde que empezó el discurso, y se posara en mí.

– Así que está usted haciendo un servicio al país. ¿Qué puedo hacer por usted?


Varios minutos después salí de la oficina del Dr. Menéndez y me quedé mirando el recibo escrito a máquina, para pasar a recoger una palabra adecuada para el concepto de “treidofs” que estará lista dentro de entre dos o tres semanas.

Sonreí mientras decidía si era la peor startup, o la mejor estafa del mundo.

Saludé a la mirilla de la anciana al pasar por delante y volví caminando a casa.